CONSUMO DE PSICOACTIVOS EN COLOMBIA

Por otra parte, el tabaco es factor de riesgo de seis de las diez causas más frecuentes de mortalidad en Colombia (DANE, 2001). Entre ellas, las enfermedades isquémicas del corazón y las enfermedades cerebrovasculares aportan en conjunto más muertos por año que los homicidios (35.355 casos frente a 29.058). También es responsable de un alto índice de incapacidad debido a los infartos y derrames cerebrales, así como por la Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC) donde, debido al enfisema, la cavidad torácica va perdiendo elasticidad; frente a esto aún no se ha descubierto ningún tratamiento, entonces el paciente se va deteriorando poco a poco por una bronquitis, esperando a que el ahogamiento le genere la muerte. Por otra parte, los fumadores faltan más al trabajo, sus enfermedades duran más, sus gastos médicos son más altos y su índice de supervivencia después de una cirugía es muchísimo más bajo. En Colombia, el 80% los pacientes que desarrollan cáncer de pulmón ha fumado, y desarrollar el hábito es un factor de riesgo para la mayoría de los cánceres. Por otra parte, quien empieza a consumir tabaco en la niñez o juventud tiende a iniciarse en el consumo de sustancias mucho más peligrosas y adictivas en la adultez (Simpson, 2000). 

Es importante resaltar que, si se revisa el historial legislativo en Colombia, el tabaquismo no es considerado un problema. Apenas si es mencionado en el Estatuto de Estupefacientes (Ley 30 de 1986), luego, un ‘mico’ de la Ley 124 de 1.994 quitó la prohibición del expendio a menores de edad y por último, fuimos uno de los últimos países del hemisferio occidental (con cinco años de diferencia frente a la mayoría de naciones latinoamericanas) para suscribirnos al Convenio Marco de la OMS para el Control del Tabaco, un tratado mundial para establecer normas conjuntas para frenar el contrabando, proteger a niños y jóvenes mediante la divulgación de información gráfica en las cajetillas y establecer acciones legales para proteger a las naciones de las manipulaciones de la industria tabacalera. A pesar de ser el primer acuerdo de su tipo en la historia del mundo moderno, por la magnitud de sus propuestas (legislación común en salud pública para todos los países), el proyecto de ley que intentaba reglamentarlo fue tumbado en ocho ocasiones en el Congreso antes de que la presión internacional llevara a aceptarlo. Esto se debe en gran medida a la concepción del ‘Estado Cantinero’ existente en Colombia, donde el deporte, la salud y la educación son pagados con los impuestos provenientes del alcohol, el tabaco y los juegos de azar. Si seguimos esta lógica, para que la salud o el deporte tengan un buen sustento económico, los colombianos deberíamos emborracharnos aún más. Aquí existe una contradicción de fondo en tanto que, a pesar de los beneficios fiscales obtenidos, son mayores los costos económicos para el Sistema de Salud y los costos sociales para las personas y sus familias. 

CASO 3: El «baygonazo» y los accidentes tóxicos. 

Colombia es ‘rica’ en producción de accidentes tóxicos, siendo su principal causa las tentativas de suicidio. El 53% de los intoxicados que ingresan a los hospitales corresponden a intentos de suicidio por medios tóxicos. Estos pacientes son principalmente personas entre los 12 y 30 años que escogen para suicidarse plaguicidas, como el Baygón, que ocasionan intoxicaciones muy lentas y dolorosas (una agonía de este tipo dura como mínimo varias horas) al punto que, una vez lo ha ingerido, la mayoría termina buscando a los centros asistenciales en busca de ayuda contra el dolor. 

CASO 4: «María, llena eres de gracia» y los correos humanos del narcotráfico.

 Desde septiembre de 1.994, entre las diez primeras causas de intoxicación aguda que ingresaron a los servicios de urgencia está la sobredosis por sustancias psicoactivas. Sin embargo, todos los casos de sobredosis no corresponden solamente a los ocurridos por los que sufren los adictos o consumidores ocasionales sino que también se deben a un fenómeno que se ha convertido en una industria nacional: el transporte de estupefacientes utilizando las cavidades de los seres humanos, llamados comúnmente ‘correos humanos internacionales’ o ‘mulas’. Seres humanos cargados, vía oral, con 70 u 80 cápsulas de hasta 10 gramos de cocaína cada una. En otros casos, mezclan 60 u 70 cápsulas tomadas de cocaína y otras 50 o 60 de heroína por vía rectal. 

Ahora bien, cuando una sola de estas cápsulas se revienta, ¿qué sucede con ese ser humano? ¿A dónde llega? A nuestros hospitales. ¿Quién responde por él? Nadie. Para empeorar la situación, un 40% de las mulas atendidas son extranjeras (¿quién costea sus gastos en salud?), así como también hay un gran porcentaje de mujeres en estado de gestación, porque les han explicado que los controles son menos rigurosos con ellas y que en nuestro Código Penal, por el hecho de estar embarazadas, son excarceladas cuando faltan dos meses para el parto y las vuelven a encarcelar seis meses después de que ha dado a luz. Es muy triste tener a una mula en un centro de urgencias esperando expulsar todas las cápsulas, cuando no se acuerda ni cuántas consumió… y a eso se le suma la angustia de saber que de allí sale hacia una cárcel. Este fenómeno, que es proporcionalmente irrelevante para el mercado mundial del narcotráfico (la cantidad de droga exportada por todas las mulas que ‘coronan’ en varios años no alcanza a ser sino una fracción de lo que se exporta en uno solo de los envíos que se realizan por vía marítima), representa no sólo un alto costo para el Sistema de Salud en general, sino un alto costo en consecuencias negativas para los individuos y los grupos familiares involucrados, además de ser parte de una dinámica social que retroalimenta de una forma negativa en el plano interno, la cultura, el orden de la convivencia, las lógicas y la magnitud de la violencia regional (Ochoa, 2002). 

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CASO 5: Los heroinómanos y la «Full Destructiva» 

Desde 1998 se están presentando mensualmente entre 1 y 10 casos de sobredosis de heroína. Desde el punto de vista estadístico, 10 casos en un ciudades de dos millones de habitantes no es nada. Sin embargo cada caso de sobredosis de heroína es grave, ya que si no se trata en la primera media hora después de manifestar los primeros síntomas deja al paciente en estado de coma. Por bien que le vaya, cada paciente de éstos debe permanecer entre 10 a 15 días en la Unidad de Cuidado Intensivo, debido a las complicaciones. Pero normalmente los consumidores de drogas deciden ir (o los llevan, como generalmente sucede) a los centros de asistencia cuando ya están bastante graves y a muchos toca que remitirlos de una vez al Instituto de Medicina Legal, porque llegan muertos, ya que la heroína empieza a ser letal desde 0.01g, una cantidad demasiado pequeña inclusive para una jeringa (Bernal, 2003). 

CASO 6: Basuco y Burundanga, productos 100% colombianos. 

El basuco, el quinto psicoactivo más consumido después del alcohol, el tabaco, la marihuana y la cocaína, sólo se consume en los países de la región andina y solamente se fabrica en Colombia. Por esta razón, ningún país aparte del nuestro ha desarrollado investigación sobre el basuco. A diferencia del ‘perico’, que tiene más de 95% de alcaloide, el basuco no posee más del 20 o 25% del alcaloide. Por la poca concentración del alcaloide, la absorción por parte del organismo es más rápida y su efecto no dura más de 15 a 20 minutos (Uribe, 2002). Entonces, el consumidor entra en depresión cada 15 minutos, fuma otro cigarro y otro más. De esta manera, fácilmente se pueden fumar cien cigarrillos en una noche. 

¿Cuáles son los efectos que se han descrito hasta el momento? Generalmente, los consumidores crónicos de basuco sufren de las mismas enfermedades que los fumadores de tabaco, como la EPOC, sólo que aquí se desarrollan en poco tiempo. También se cree que el permanganato de potasio presente en muchos de los excipientes afecta el páncreas. Entonces ya no se produce insulina, y tenemos jóvenes basuqueros y diabéticos de por vida. 

Sin embargo, la consecuencia que despierta más incógnitas es la atrofia de la corteza cerebral. Esta se ha deducido por estudios histopatológicos de cerebro y por los cuadros de psicosis que se generan en los pacientes, que son similares a los ocasionados por la psicosis cocaínica. El doctor Uribe ilustra este fenómeno con la presentación de un caso: 

Un muchacho de 23 años de edad, que laboraba como celador, estaba asignado en una fábrica de hilos en el barrio Toberín de Bogotá. Tenía turno de 6 p.m. a 6 a.m. Su supervisor de vigilancia lo autorizó para que a las 6 a.m. regresara a su casa con un revólver de dotación y volviera a las 6 p.m. Un sábado regresó a su casa, durmió hasta las 10 a.m. y luego se fue a jugar tejo. Consumió licor y regresó a su trabajo a las 6 p.m. en estado de embriaguez. Para mantenerse vigilante toda la noche, fumó una gran cantidad de cigarrillos de basuco. Se mantuvo alerta y despierto. Terminó su turno y regresó al sur de Bogotá, donde residía. Cuando bajó del bus, vio que alguien lo iba a matar, sacó su revólver y mató a una persona que iba a comprar el pan y la leche. ¿Dónde está [ahora]? En el frenocomio criminal de la Penitenciaria de la Picota. (Uribe, 2002). 

Recientemente en la Sección de Farmacología de la Universidad del Valle se empezó a estudiar los efectos del basuco a nivel neuronal en ratones. Aunque aún no se ha concluido el estudio, llama la atención que, una vez iniciado el estudio, hubo que reparar la cámara de inhalación donde los animales eran expuestos al psicoactivo (durante 15 minutos diarios), debido a que saltaban unos 30 centímetros para golpear con sus cabezas las paredes del recinto que los contenía, y fueron capaces de romperlo, a pesar de que se trataba de polivinilo de acetato (PVC) de 5 milímetros de grosor. Normalmente un ratón no muestra un comportamiento de agresividad, ni siquiera cuando es sometido a pruebas que causan dolor; su principal mecanismo de defensa es la huida. Como si fuera poco, para estas pruebas se utilizó una dosis equivalente a la fumada de una papeleta, a pesar de que el acelerado metabolismo de estos animales ocasiona que el efecto sea entre 12 y 15 veces menor del que puede verse en humanos. Esto puede dar un posible indicio de cómo, al igual que la cocaína, el basuco puede desencadenar respuestas violentas generadas por mecanismos inconscientes. 

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Por otra parte, Colombia fue el primer país del mundo donde la delincuencia empezó a usar escopolamina mezclada con benzodiacepinas para causar el estado hipnótico en sus víctimas. Aparte de Colombia, sólo en Venezuela y Ecuador se presentan las ‘emburundangadas’, y eso porque la técnica fue exportada por delincuentes colombianos. Lastimosamente, además de los reportes de la Policía frente al robo, no hay estudios científicos que precisen el impacto que tiene el uso de esta sustancia sobre la sociedad. 

CASO 7: «¿Quién le dijo que se necesitaba fórmula médica? Tranquilo, que yo se lo vendo». 

El consumo de psicofármacos también es un problema importante en Colombia, especialmente porque la fármacovigilancia aún es precaria y, aunque las normas estén, no existen controles eficaces para hacerlas cumplir y evitar que las personas puedan obtener medicamentos sin necesidad de prescripción médica, ni que las farmacias puedan venderlos. Otra cuestión que contribuye a empeorar esta situación es que las prescripciones no se manejan como se deben, y los primeros que caen en esta trampa son los mismos médicos, porque en las consultas de 15 minutos normalmente olvidan hablar de las contraindicaciones y hacer otras advertencias sobre los peligros que trae el abuso de drogas. Por su parte, el usuario colombiano es poco simpático a que le formulen medicamentos, y su única pregunta es «doctor, ¿puedo tomar trago?». Sin conocer las advertencias, los pacientes empiezan a autoformularse medicamentos, por ejemplo, tranquilizantes y antidepresivos por su eficacia para combatir el insomnio o ‘quitar el dolor de cabeza’, y se crean fenómenos de adicción. Estos casos ocurren principalmente en población femenina y con especial importancia dentro de aquellas que están dedicadas a labores domésticas (DNE, 2004). 

Por otra parte, esta falta de regulación en la venta de fármacos bajo prescripción médica ha generado que las benzodiacepinas, necesarias para elaborar la famosa ‘burundanga’ con escopolamina, se consigan en el mercado negro a precios económicos, accesibles para la mayoría de delincuentes. Por otro lado, la Policía Metropolitana de Cali ha reportado en los últimos años un decomiso creciente de clonazepam, un antidepresivo, en los colegios. Al parecer, esta droga es apetecida entre los jóvenes por su eficacia para eliminar la ansiedad sin presentar mayores efectos visibles; s in embargo, su uso crónico genera un fenómeno de dependencia similar al de la marihuana y heroína, que lleva a la persona a buscar drogas más ‘fuertes’. Al parecer, su difusión es realizada por distribuidores de drogas para asegurarse nuevos adictos. 

Existen otros fenómenos de adicción en pacientes que no consumen sustancias psicofármacos. Por ejemplo, en Bogotá se presentaron 22 casos de derrame cerebral e infartos en el cerebelo en mujeres jóvenes entre los 18 y 25 años. Ellas no eran hipertensas ni tenían ninguna otra sintomatología asociada al derrame, por lo cual se inició una vigilancia epidemiológica donde se encontró un solo patrón: todas ellas venían consumiendo medicamentos naturistas para adelgazar (Uribe, 2002). A pesar de que los medicamentos naturistas requieren registro sanitario, en Colombia aún no hay una reglamentación rigurosa acerca de su composición. Mucho menos hay estudios sobre aquellos que pueden generar adicción. 

CASO 8: «El basuco se rinde con ladrillo, la cocaína con cal y la heroína con agua» 

Por último, cabe destacar que en Colombia los expendedores de sustancias ilícitas acostumbran a diluir las drogas y mezclarlas con otros elementos más tóxicos y peligrosos con el fin de aumentar las ganancias. Además de los riesgos adicionales para los usuarios, esto se convierte en una dificultad a la hora de determinar el consumo de una persona, porque exige realizar pruebas de laboratorio complejas (cromatografía de gases, análisis por microdifusión u otros) que sólo se pueden realizar en instituciones prestadoras de servicios de nivel III o superior, lo que incrementa su costo y ocasiona que no existan procesos de sistematización que revelen de forma periódica el índice de consumidores problemáticos. Por otra parte, la mayoría de laboratorios forenses no cuenta con patrones puros de drogas sintéticas y una metodología estandarizada, lo cual encarece e imposibilita la investigación sobre éstas (Bernal, 2003). 

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PERSPECTIVAS ACTUALES Y EL RESTO DE LA PREVENCIÓN 

Han sido varias las investigaciones que se han adelantado desde distintos frentes para explicar los motivos por los cuales el narcotráfico, en sus tres expresiones (producción, tráfico y consumo), ha logrado un crecimiento sin precedentes en Colombia. A continuación rescato solamente dos aspectos que me parecen importantes para que la estrategia de prevención en contra del tráfico y abuso no haya sido exitosa en la tarea de disminuir la disponibilidad de sustancias ilegales e impedir que cada día se estén iniciando nuevos consumidores. Esto no quiere decir que las problemáticas del tráfico y del consumo se reduzca solamente a estos dos términos, sino que aquellos merecen atención desde un enfoque cultural, y que por ello se subestiman frente a las otras características de Colombia (ubicación geográfica estratégica, existencia del contrabando desde los inicios de la república, violencia política y vindicativa, inmensa brecha económica entre ricos y pobres, influencia cultural norteamericana, lentitud del Estado para intervenir y desconocimiento de los efectos de los SPA en la salud), que son abordadas frecuentemente no sólo por la literatura especializada, sino también por la prensa. 

Una primera característica es la exclusión social, económica y política de amplios sectores de la población. Aquí se ve representada en la desigualdad, la pobreza, la invisibilidad política y la violencia. Con todo, esta es una exclusión doblemente sentida al enfrentarse a un mundo globalizado en el que se imponen los valores y el estilo de vida de un primer mundo cómodo, exitoso y adinerado, en constante propaganda y muy lejano de las posibilidades de los excluidos. Esto afecta principalmente a los jóvenes y adolescentes, a quienes se les vende el paradigma del éxito y el ascenso social como único camino válido para ser reconocido en la sociedad. Si no es así, la sociedad colombiana, llena de carencias y necesidades, lo único que puede ofrecerles es un sentimiento de impotencia ante sus anhelos de edificar algo positivo en el mundo desde su propio punto de vista: es la idea de que aquí, sin dinero, uno no tiene la posibilidad de vivir su propia vida. Frente a esto, el narcotráfico se presenta como una alternativa única y efectiva de conseguir recursos para remontar esa exclusión, obtener el éxito y las comodidades que propone la sociedad occidental; siguiendo esta misma disertación, entonces el consumo de psicoactivos se convierte en una válvula de escape de esta necesidad de satisfacciones emocionales, un deseo de desafiar el descontento que a diario ofrece la vida. 

El segundo aspecto es la ausencia de una ética ciudadana y la pérdida del interés por observar los valores que dan cohesión a cualquier sociedad. Colombia se ha erigido desde los tiempos coloniales con el mantenimiento de una moral adaptada para la explotación de la población en función de los intereses de algunos privilegiados, lo cual ha generado desde el principio un dislocamiento donde se mantienen las reglas como símbolos, pero todos saben que, en la práctica, se contravienen. Con la creación de la Constitución del 91 se ha logrado dar pequeños pasos hacia la construcción de un conjunto de normas legítimas para vivir la libertad individual en sociedad, sin embargo, las inequidades y la falta de paz dan paso para que aún se imponga el más vivo. En este sentido, el concepto de ‘bien común’ es prácticamente inexistente, y el narcotráfico ha dado paso para lo que se ha llamado «la hipertrofia del individualismo». Esta es una frase del ensayista Luís Eduardo Hoyos, quien describe el hecho de la siguiente manera: 

Pienso que lo crucial en las cuestiones morales está constituido por la conciencia que el individuo tiene de sus vínculos fundamentales con la sociedad y con los otros individuos de forma que sea capaz de reconocer en sus actos con consecuencias para los otros, lo que en estos actos podría quebrantar la búsqueda colectiva del bienestar. De acuerdo con esta conciencia el individuo evitaría, al menos, cometer estos actos. Me parece que esa conciencia se halla ausente de un modo dramático en la sociedad colombiana. La inconsciencia del individuo respecto de su vínculo esencial con los demás, respecto de su responsabilidad en la búsqueda colectiva del bienestar crece, por lo demás, en proporción directa con la incapacidad del Estado para asistir, administrar debidamente y mediar en los conflictos de intereses. (Hoyos, 1995).