OBESIDAD EN ADOLESCENTES

OBESIDAD EN ADOLESCENTES

ABSTRACT

The prevalence of overweight among children and adolescents has dramatically increased. There maybe vulnerable periods for weight gain during childhood and adolescence that also offer opportunities for prevention of overweight. Overweight in children and adolescents can result in a variety of adverse health outcomes, including type 2 diabetes, obstructive sleep apnea, hypertension, dyslipidemia, and the metabolic syndrome. The best approach to this problem is prevention of abnormal weight gain. Several strategies for prevention are presented. In addition, treatment approaches are presented, including behavioral, pharmacological, and surgical treatment. Childhood and adolescent overweight is one of the most important current public health concerns.

RESUMEN

La incidencia de la obesidad en adolescentes esta incrementado. Alrededor de los 12 a los 19 años en los Estados Unidos, donde la prevalencia es del 21% un 6% más alta que la década previamente anterior. Además de todo las causas aún son desconocidas y nos son suficientemente comprendidas, la obesidad parece tener un complejo multifactorial, y de carácter crónico. Los factores contribuyentes incluyen tanto la genética, la fisiología metabólica, el medio ambiente y factores psicológicos.

Los hábitos alimenticios y la inactividad física de los adolescentes contribuyen a incrementar la obesidad.

Concomitantemente los adolescentes están duplicando las costumbres y roles de la población adulta, que tienen el mismo incremento similar de peso en la última década.

Se considera obesidad a un exceso de peso corporal, a expensas fundamentalmente de la masa grasa, situación que altera la salud del individuo y lo pone en riesgo de desarrollar una enfermedad crónica. Clínicamente, un niño se considera obeso cuando su peso supera en más de un 20% el peso medio ideal para su edad, talla y sexo. Para mayor certeza diagnóstica, esto debería ser complementado con algún índice que permita estimar grasa corporal, como por ejemplo, la medición de pliegue tricipital. La obesidad resulta del imbalance entre la energía consumida y el gasto de la misma. El exceso de tejido adiposo también tiene el mismo patrón de desarrollo, este depósito de energía es considerado una enfermedad.

El desarrollo de este tejido adiposo inicia en la mitad y a finales del tercer semestre del embarazo, Tempranamente en la vida, el tejido adiposo tiene la habilidad de diferenciarse en triglicéridos que facilitan el llenado de los adipocitos. Los periodos más críticos en donde el adipocito sufre la diferenciación incluye: el infante lactante y en la pubertad. Entendiendo la regulación de la energía consumida, diferenciando las señales del centro de la saciedad, el consumo de alimentos y el hambre, así como las respuestas de defensa del organismo para utilizar las reservas energéticas, el tejido magro, las respuestas gastrointestinales proveen un ingreso de información amplia al cerebro. La mayor parte de las hormonas liberadas por el estómago y el intestino que afectan la ingestión de alimentos son inhibitorias; un ejemplo claramente identificable es el polipéptido YY que es producido por las células L del intestino delgado. Cuando este péptido es introducido a sujetos con obesidad estos inmediatamente reducen la ingesta de comida en un 30%. La grelina es la excepción, este péptido es producido por el estómago y por el intestino delgado proximal y este causa el efecto contrario al péptido YY estimulando la ingesta de comida.

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El tejido adiposo está involucrado en la retroalimentación de la regulación energética mediado por la producción de hormonas, la leptina y la adiponectina son las 2 más importantes. La ausencia de leptina produce una obesidad mórbida; concomitantemente el tratamiento con leptina a individuos con baja producción de esta hormona reducen el consumo de alimentos y por ende el peso corporal. La adiponectina es la hormona más abundante en las células adipocitaria, que incrementa la sensibilidad a la insulina y parece tener comportamiento de citokina que es antiinflamatoria. La larga extensión de las señales que produce la leptina y otros péptidos del tejido adiposo son integradas en el dienecéfalo y parte media del cerebro a través de varias respuestas derivadas de algunas monoaminas, el neuropéptido Y, los cuales agudizan la liberación de los melanocitos, que finalmente enviaran señales para el consumo de alimentos y modularan la función de varios órganos incluyendo el páncreas y el músculo esquelético. En experimentos en roedores, el metabolismo de los esteroides adrenales puede proveer un mecanismo para incrementar la grasa visceral. Cuando la enzima 11 -hydroxysteroid dehydrogenase type-1, que convierte a él cortisol en inactivo en las células grasas, esto genera una respuesta genética para que los ratones desarrollen obesidad visceral. Esta fisiopatología también aplica para los humanos. Los estándares internacionales para definir la obesidad en los adolescentes e incluso en niños, para muchos países son de acuerdo al índice de masa de corporal. Estudios epidemiológicos han demostrado una relación positiva entre el peso al nacer el índice de masa corporal en la vida adulta. El mecanismo que puede explicar este comportamiento incluyen los últimos cambios en la proporción de grasa y masa libre de grasa, el centro nervioso de la saciedad, la estructura y función pancreática. Otros estudios sugieren que la rápida ganancia de peso en la infancia está asociado con el desarrollo de la obesidad en la adolescencia y en la adultez, asociado a el potencial genético y el ambiente postnatal.

Varios estudios también han demostrado que la lactancia materna está asociada con la disminución del riesgo de padecer de obesidad en la niñez y adolescencia; estos estudios todavía no están validados, ya que los resultados no son muy consistentes.

En la adolescencia la grasa tiene una distribución diferente en cada género, esta tienden a depositarse periféricamente en el busto, caderas y nalgas en las mujeres durante este periodo. El riesgo de obesidad o sobrepeso en la adolescencia parece ser mayor en mujeres que en hombres. Algunas observaciones sugieren que el 80% de los adolescentes con sobrepeso serán obesos en su edad adulta. Por esta razón este grupo de edad debería ser enfatizado con más prioridad para poder aplicar medidas preventivas para no desarrollar esta enfermedad y no para tratarla en la edad adulta, que parece ser menos efectivo. Los efectos deletorios de la obesidad en niños y adolescentes se puede observar en la tabla # 1.

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Tabla 1: efectos adversos de la obesidad en niños y adolescentes

Obesidad en adolescentes

El síndrome metabólico es una consecuencia más de la obesidad en la adolescencia como se mencionó en la tabla1, este es una combinación de factores tanto genéticos como ambientales, sumado al exceso de calorías de la dieta y la inactividad física. La primera causa de este síndrome para desarrollar obesidad es el exceso en la producción de insulina que incrementa la presión arterial y es la causa de la dislipidiemia. La consecuencia patológica del exceso de grasa sintetizada compromete la función de varios órganos. La prevalencia de este síndrome lleva de la mano a una diabetes tipo 2 en la juventud, que solo debería manifestarse en estadios más avanzados en la edad adulta.

Desde cualquier punto de vista es esencial abordar el problema de salud pública como lo es la obesidad que ya es toda una pandemia. En los adolescentes como se mencionó anteriormente aumenta cada año con cifras magnánimas, la industrialización y el mundo moderno le ofrece al adolescente la posibilidad de adquirir cualquier tipo de alimento cargado de calorías y de macronutrientes que su cuerpo almacena a manera fisiológica para gastar en un periodo en el que la homeostasis se altere. A la vez la reducción del gasto energético ayuda a que cada vez se aumenten estas reservas y produzcan efectos deletorios en el organismo; salvo que la biología es tan perfecta que el cuerpo hace lo necesario para poder realizar alguna función con todas esas reservas innecesarias. Esta hipótesis manifiesta que la obesidad es una patología que no tiene un factor definido, y que gracias a la agregación de muchas variables se termina por alcanzar esta patología, que desde las fluctuaciones de peso y la ganancia del mismo debería prevenirse a tiempo para no comprometer tantas funciones vitales.

La obesidad es una enfermedad difícil de tratar, es demasiado fácil prevenirla y si el paciente es consciente de los efectos negativos que trae consigo tener no solo obesidad, sino, también sobrepeso es más aprehensivo al tratamiento, este no debe llegar a incluir fármacos, y ni siquiera pensar en las cirugías bariátricas. Que profesional de la salud puede desconocer tanto los efectos de un tratamiento farmacológico o quirúrgico en una edad como la adolescencia, la salida fácil es siempre la menos acertada, no se quiere discutir en esta revisión los valores éticos y médicos de hacer uso de salidas tan drásticas para acrecentar el problema y no para solucionarlo.

La falta de conocimientos en el área de la nutrición, inclusive por sus mismos profesionales, la falta de orientación y de crear conciencia social de lo que es el proceso de alimentación, llevan a que cada día más se incrementen los adultos obesos desde edades ínfimas como los preescolares.

La educación alimentaria y nutricional es la herramienta para disminuir este problema, con el desarrollo de campañas agresivas que busquen cumplir las expectativas del paciente y ayudarlo con su patología.

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El tratamiento debe contar, por lo menos, con tres pilares fundamentales de intervención:

Prescripción dietética

Dependiendo del grado de obesidad y de la edad del niño, ésta debe considerar una adecuación a los requerimientos reales del niño o una restricción calórica moderada que se logra disminuyendo el aporte de grasas e hidratos de carbono refinados (sin olvidar aquéllos presentes en jugos y bebidas), ordenando los horarios de alimentación, evitando el consumo entre comidas y limitando el tamaño de las porciones.

Fomento del ejercicio

Es necesario con el fin de estimular un aumento de la actividad diaria y por ende del gasto energético, con elementos atractivos para el niño. El aumento de la actividad física debe ir orientado a lograr cambios en las actividades de la vida diaria, a disminuir el tiempo dedicado a actividades sedentarias (televisión, computador), a estimular actividades recreativas al aire libre y, en los niños mayores, a fomentar la participación en actividades deportivas de acuerdo a sus gustos y preferencias, poniendo énfasis en actividades que valoren la participación en equipo más que la competencia individual.

Modificación conductual

Debe estar orientada a lograr cambio de hábitos cuyo efecto se prolongue en el tiempo. Se basa principalmente en la automonitorización, llevando un registro de alimentación que incluya tipo de alimentos consumidos, cantidad, lugar y circunstancias, lo que permite identificar conductas no saludables y ayudar a cambiarlas; educación para reconocer patrones de alimentación y ejercicio recomendables y estimular el control aprendiendo a distinguir entre hambre y apetito y establecer algún tipo de refuerzos positivos, que no incluyan alimentación. Es importante aprender a hacer cambios iníciales pequeños, pocos y permanentes en el tiempo, y en la medida que éstos se logren, ir agregando otros. Para obtener resultados positivos es indispensable que exista motivación y colaboración de la familia, lo que se ve facilitado por el trabajo en equipo y exige sensibilidad y empatía del profesional en su trabajo con el niño y su familia, y a la vez la convicción de su parte de que la obesidad es un problema crónico de salud que puede ser tratado y mejor aún, prevenido. Para concluir con esta investigación se destaca la gran labor que el profesional nutricionista tiene y en la prevención de este tipo de enfermedades. Es un campo ampliamente detectado por la industria y tanto así que personas inescrupulosas realizan «terapia medica nutricional» sin siquiera tener la formación profesional para desempeñar esta. Se hace ahínco en que los profesionales nutricionista ante todo deben ser buenos educadores y agentes promotores de salud, bienestar y calidad de vida.

BIBLIOGRAFÍA

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