Mi experiencia con el Tramadol

Recientemente mi esposa y yo llegamos al borde de la tolerancia por la pérdida de tiempo y de calidad de vida que representa vivir en una ciudad grande, así que decidimos mudarnos al área rural de un municipio pequeño, de clima cálido, muy cálido. ¡Qué mejor que vivir en medio de la naturaleza tropical!

Al comienzo todo iba muy bien, pero vivir “alejado del bullicio y de la falsa sociedad” tiene algunos puntos que deben ser tenidos en cuenta para no pasar apuros. Por ejemplo, debes abastecerte bien de todo lo necesario en caso de una emergencia, pues no hay farmacias cercanas, y debes tener comida suficiente en caso tal que por algún motivo no puedas ir al pueblo.

Decidimos conservar nuestro coche para los esporádicos viajes al pueblo en los cuales reabastecíamos las existencias de víveres y productos de aseo. Pero luego surgió otro aspecto que no habíamos contemplado. Con cierta frecuencia nos daban antojos de un helado, o de un refresco, o de una comida rápida que nos librase de tener que cocinar. Así que utilizábamos el coche para hacer el recorrido de ida y vuelta al pueblo. Pero nuestra conciencia ecológica no tardó en reclamarnos por usar un coche con capacidad para cinco personas para el desplazamiento de tan solo dos; más aún, si no teníamos una carga por llevar. Por otra parte, los habitantes del pueblo nos observaban con extrañeza cuando pasábamos con los vidrios arriba y el aire acondicionado a full.

Recientemente habíamos leído un estudio de la ADEME (Agence de l’Environnement et de la Maitrise de l’Energie) de Francia, en el que se mencionaba que “las motocicletas emiten un 50% menos de dióxido de carbono (CO2), en comparación con otros vehículos motorizados”. Así que decidimos comprar una para esos desplazamientos esporádicos.

Los criterios de decisión eran sencillos. Debía ser una moto robusta, que pudiéramos usar no solo para ir y volver de la casa al pueblo, sino que además pudiéramos usarla para recorrer los distintos senderos silvestres –no  siempre bien pavimentados– que se pueden encontrar por la zona. Pero no debía ser tan pesada, para que mi esposa también pudiera usarla sin riesgos. Finalmente nos decidimos por una Honda CB 125R.

Lo primero que hicimos fue comprar el seguro moto 125, para estar más tranquilos. Tan pronto como empezamos a usarla, entendimos por qué los habitantes del pueblo nos veían de forma extraña cuando cruzábamos con nuestro coche con los vidrios arriba. Nada más fresco que el viento contra tu pecho cuando conduces una moto. Además, la sensación de libertad es increíble. Siempre me ha gustado conducir coche porque me siento libre de ir adonde quiero; pero si con el coche esa sensación era de 10, con la moto fue de 100.

Así que ahora el “Coche San” (como le dice mi esposa, por ser de una marca japonesa), sigue siendo nuestro compañero, pero comparte cochera con una nueva amiga con la cual hemos reducido las emisiones de CO2 y ganado gran libertad de desplazamiento.

Cierto día que volvía a casa de comprar el almuerzo en el pueblo, una inmensa vaca apareció en medio de la carretera, después de una curva. Intenté esquivarla, pero debo confesar que aún no era muy hábil conduciendo la moto y que iba a una velocidad mayor de la que mi experiencia me permitía; así que perdí el control de la moto y fui a parar a una cerca de cemento.

Lo siguiente que recuerdo es que estaba tendido a unos cuantos metros de la carretera, casi no podía respirar y no sentía mis piernas. Palpé los bolsillos de mi pantalón, pero no encontré mi teléfono celular.

Con un último esfuerzo me arrastré hasta la carretera con la esperanza de que alguien me viera y me ayudara. Tan pronto como toqué el asfalto mi mente se apagó. Cuando recobré el conocimiento estaba en la habitación de un hospital en la ciudad capital de la provincia. Tenía fracturas en dos costillas, el coxis y la cadera, donde tuvieron que ponerme dos tornillos para sostener el hueso. A pesar de todo esto estaba contento, porque mis piernas y mi columna estaban bien.

Mi estadía en el hospital fue relativamente breve –apenas  dos días–. Luego regresé a casa con una receta de medicamentos, entre los que estaba el Tramadol líquido, del cual debía tomar 20 gotas dos veces al día. Sin embargo, el dolor era muy fuerte y en algunas ocasiones debía tomar unas gotas de más.

Los primeros días después del accidente los pase casi por completo acostado. Solo me levantaba algunos momentos para caminar, por recomendación del médico, pero sentarme era literalmente imposible a causa del dolor.

Pasaron otros cuantos días y todo parecía ir mejorando, excepto por el dolor insoportable en el coxis, que no me permitía estar sentado por más de cinco minutos. Para paliar el dolor continué tomando las gotas de Tramadol. Era la única forma de poder sentarme a trabajar en el computador.

Ante la persistencia del dolor, fui a ver al médico. Me hicieron radiografías y una tomografía axial computarizada (TAC), pero para mi sorpresa todo estaba bien, o al menos como debería estar después del accidente. Según el médico, no había una explicación para mi dolor intenso y me recomendó dejar de tomar las gotas de Tramadol.

Ahora que sabía que no había nada de qué preocuparse, decidí dejar de tomar el Tramadol. Fue entonces cuando apareció de repente un intenso dolor en todos los huesos del cuerpo, además del dolor en el coxis.

Desconcertado por este fuerte dolor de huesos repentino, volví a tomar el tramadol. Pero ya llevaba dos meses tomándolo y no quería depender de un medicamento para poder sentarme a trabajar, así que mi esposa y yo indagamos cuál podría ser la causa del dolor de huesos. La causa más probable que encontramos fue haber suspendido las gotas de Tramadol.

Por este motivo decidimos investigar en internet sobre este medicamento y con gran asombro descubrimos que ha causado serios problemas de adicción en varios países del mundo, como por ejemplo España, Nigeria, China, Irlanda del Norte, Egipto y Ucrania, inclusive puede generar un riesgo de dependencia en personas sin historial de abuso de sustancias,  y suspenderlo repentinamente, después de haberlo usado por un largo periodo de tiempo, puede producir algunos malestares, entre los cuales está el dolor de huesos. El conocer esto me incitó aun más a dejar de tomarlo, pero, ¿cómo hacerlo sin tener que soportar ese intenso dolor de huesos?

Tramadol

Fuente: Reuters

Así las cosas, decidí ir reduciendo paulatinamente el uso del Tramadol. Cada dos días tomaba una gota menos en cada una de las tomas diarias. Después de poco más de un mes, finalmente pude librarme por completo del Tramadol sin padecer el dolor de huesos y al mismo tiempo el dolor en el coxis fue cediendo también.

Cuento mi experiencia para que la gente entienda que es bueno informarse sobre los medicamentos que van a ingresar en nuestro cuerpo. Especialmente porque mientras investigábamos con mi esposa acerca del uso del Tramadol como analgésico, descubrimos que hay otros sedantes también opiáceos aún más potentes que el Tramadol y con un mayor poder adictivo, como son el Fentanilo, del cual se dice que es entre 50 y 100 veces más poderoso que la morfina y puede generar dependencia aún si se toma según las indicaciones del médico. Son tan adictivos estos fármacos opíaceos, que incluso el Carfentanilo, un medicamento cuyos efectos son 10.000 veces más fuertes que la heroína o el fentanilo y que se usa para dopar elefantes, está siendo mezclado con otras drogas como la cocaína; esta práctica sin control puede causar muchas muertes, como ocurrió en febrero de este año (2022) en Buenos Aires, Argentina, cuando murieron más de veinte personas.

Por si esto fuera poco, tan solo unos días después, con mi esposa encontramos (y vimos completa) en Star+ una serie llamada “Dopesick”, que habla sobre la adicción que producen los medicamentos opiáceos. Quedamos aún más sorprendidos al descubrir las tácticas de las farmacéuticas para introducir estos medicamentos en el sistema de salud e instar a los médicos a formularla en sus recetas.

Tramadol

Fuente: https://www.filmaffinity.com/

Espero que esta información sirva para mantener la cautela y la prudencia al momento de recibir una receta médica con un medicamento de estos, antes de tomarlo.