NATUROPATÍA: SOMOS LO QUE COMEMOS

MEDIDAS COMPLEMENTARIAS DE ESTE RÉGIMEN

Suprimir el tabaco.

Realizar un ejercicio físico suficiente.

Evitar el estrés. Sin ser la causa primaria, el estrés puede ser el desencadenante de muchas enfermedades. Reorganizar la vida para evitarlos o para tolerar mejor los inevitables.

Tomar fermentos lácticos, para reequilibrar la flora intestinal.

Tomar suplementos de vitaminas, magnesio y oligoelementos.

Este es un régimen que exige una actitud activa por parte del que la práctica (no es como una religión): la persona ha debido entender en base a qué razonamiento se le aconseja esta forma de alimentarse para mejorar su estado, y tiene que usar inteligencia y fuerza de voluntad para llevarlo a cabo correctamente.

OTROS TRATAMIENTOS Y ESTUDIOS EN VIGOR

UN PREPARADO CANADIENSE QUE POTENCIA EL SISTEMA INMUNOLÓGICO

Es un hecho que el principal flagelo de la moderna civilización occidental es la debilidad del sistema inmunológico. La sobre exposición del organismo a toxinas, pesticidas y químicos contaminantes, un sistema nutricional inadecuado, altísimas dosis de estrés y el uso indiscriminado de antibióticos y fármacos, completan un cuadro donde lo milagroso es que aún el ser humano sobreviva. Por ello no es de extrañar la proliferación de afecciones que afecta a nuestra sociedad y que obliga a cuestionar nuestra supuesta «mejor calidad de vida» con respecto al pasado.

Desde el síndrome de fatiga crónica o la raramente diagnosticada hipoglucemia, pasando por hipotiroidismo, diabetes, úlceras o arteriosclerosis, y llegando a sida, cáncer, leucemia, lupus, esclerosis múltiple o alzheimer; son todos indicadores que nuestro natural sistema orgánico de defensas se encuentra colapsado, en crisis. Es por ello necesario difundir y acercar todo aquello que ayude a recuperar la vitalidad de nuestro maravilloso sistema inmunológico.

Así como iniciamos nuestra actividad hace cinco años difundiendo el uso del propóleo, hacemos ahora espacio a este antiguo preparado herbario americano, que por sencillo, efectivo e inocuo, y ha sufrido iguales o mayores campañas de descrédito por parte de quienes lucran con la salud humana.

No decimos que este tónico herbario cure enfermedades, ni que pueda convertirse en alternativa a los tratamientos convencionales. Simplemente lo estamos poniendo a su disposición, como un suplemento herbario natural que cada uno puede preparar en casa para potenciar su sistema inmunológico, desintoxicar su organismo y restablecer sus niveles de energía.

SU ORIGEN

La historia de este preparado herbario nace a inicios del siglo XX, aunque se trata de una sabiduría indígena americana mucho más antigua. En 1923 una enfermera canadiense llamada Renee Caisse, observó que un paciente de su médico se había recuperado completamente de un cáncer terminal gracias a un preparado herbario que le había suministrado un sanador de la tribu Ojibway, en Ontario. Caisse visitó al chamán y éste le brindó abiertamente toda la información sobre la fórmula que su tribu venía utilizando desde la antigüedad. El sanador le explicó que el preparado lo utilizaban para lograr el equilibrio, tanto espiritual como físico de su pueblo. La fórmula consistía en una mezcla de cuatro hierbas silvestres (bardana, olmo, ruibarbo y acedera) que preparadas de un modo determinado, lograban un mayor poder curativo que cualquiera de las hierbas por separado.

Con el permiso de su médico, Caisse comenzó a administrar el preparado herbario a otros pacientes de cáncer terminal que habían sido desahuciados por el sistema médico tradicional, notando que la mayoría se recuperaba. Caisse comenzó entonces a ocuparse personalmente de la recolección de las hierbas y de la preparación del tónico en su propia cocina, tratando a cientos de enfermos de cáncer. Bautizó al preparado como «Essiac» (su apellido invertido). Encontró que si bien en ciertos casos el tónico no podía deshacer daños severos sobre órganos vitales, al menos disminuía el sufrimiento y prolongaba la vida de los pacientes mucho más tiempo del previsto. En otros casos, donde los órganos vitales no habían sido severamente dañados, Caisse notó que la cura era completa y los pacientes vivían 30 o 40 años más. Renee Caisse se dedicó abnegadamente al tratamiento de cientos de pacientes en su hogar, sin cobrar por sus servicios y valiéndose solamente de donaciones, que apenas la mantenían por encima del nivel de pobreza.

Al pasar los años, las noticias de su trabajo comenzaron a propagarse. El sistema médico canadiense no aceptó que una simple enfermera estuviese realizando estas curaciones y fue entonces que se inició una campaña de hostigamiento y persecución en su contra, en la cual intervino el mismo Ministerio de Salud de Canadá. Ciertos medios periodísticos del país comenzaron a hacerse eco del trabajo de Caisse y de los testimonios de sus pacientes curados.

Esto despertó el interés de la Comisión Real de lucha contra el cáncer y comenzaron a investigar los efectos del preparado, recogiéndose suficiente testimonio que sostenía que el Essiac era una cura real para el cáncer. Frente a la presión de la opinión pública y a un petitorio de 55.000 firmas, el Parlamento canadiense se vio obligado a tratar en 1938 la legalización del uso del Essiac como remedio contra el cáncer. Pero por apenas 3 votos de diferencia, el preparado de Caisse no fue oficialmente aceptado.

Pese a este duro golpe, Renee Caisse siguió con la tarea hasta su muerte, ocurrida en 1978 cuando tenía 90 años de edad. Durante esos 40 años, Caisse difundió la fórmula a varios colegas y amigos, entre los cuales puede citarse al médico estadounidense Charles Brusch. Incluso durante la década del 60 la enfermera canadiense trabajó en la renombrada Clínica Brusch de Massachusetts. El mismo Dr. Brusch, médico personal del presidente J.F.Kennedy, tras diez años de investigación con el Essiac, declaró: «El Essiac es un remedio contra el cáncer. Todos los estudios realizados en laboratorios de Canadá y Estados Unidos, apoyan esta conclusión». Incluso el Dr. Brusch utilizó el Essiac para tratar con éxito al hijo de Edward Kennedy, que había desarrollado un sarcoma en una pierna. Pero a pesar de todas las evidencias, el Dr. Brusch fue presionado para silenciar su información. Por su parte el Ministerio de Salud canadiense fue acusado de destruir todos los antecedentes y los estudios realizados por Renee Caisse tras su fallecimiento, prohibiendo incluso la comercialización de la acedera, una de las hierbas silvestres que forman parte de la formulación.

Antes de su fallecimiento, Renee Caisse comentaba: «Aunque trabajaba 12 horas diarias, la tarea me absorbía tanto que no sentía fatiga. Mi sala de espera era un lugar placentero, donde los pacientes compartían experiencias y esperanzas. Luego de un tiempo de tratamiento, los pacientes dejaban atrás su depresión, temor y angustia. A medida que el sufrimiento disminuía, se hacían más optimistas. Me ponía feliz ver el cambio en gente desahuciada, algunas que llegaban postradas hasta mi casa, y que luego de pocas semanas podían valerse por sí mismas. Ese era el mejor pago que recibía. Algunas semanas atendía 500 o 600 pacientes y a todos les ofrecía el tratamiento gratis. El efecto más espectacular de este preparado era su capacidad -comprobada en laboratorio cuando trabajé con el Dr. Brusch en Cambridge- de reunir las células cancerosas dispersas en el organismo al lugar donde habían sido originadas, reduciendo luego el tamaño del tumor».

Por su parte el Dr. Brusch dejó testimonio del trabajo sobre el Essiac: «Bajo la supervisión de 18 doctores hemos hecho muchas investigaciones con Renee Caisse sobre tumores en animales y personas. En ratas se ha demostrado que causa recesión definitiva de la masa y un cambio en la formación de las células. En pacientes, clínicamente reduce el dolor y provoca una recesión en el crecimiento del tumor. Los pacientes aumentaban de peso y mostraban una gran mejoría en su estado general. Obtuvimos resultados brillantes en pacientes terminales, probando que se podía prolongar la vida y la calidad de esa vida. En casos donde el tumor no desaparecía totalmente, luego del tratamiento se lo podía remover quirúrgicamente sin incurrir en riesgo de metástasis. En muchos casos difíciles hemos podido controlar hemorragias y cicatrizar lesiones provocadas por la quimioterapia. Mi caso personal está perfectamente documentado, no habiendo quedado rastros del cáncer de colon que me detectaron en 1984».

Tras la muerte de Caisse, el Dr. Gary Glum de Los Angeles, continuó difundiendo su trabajo. Incluso editó un libro (La llamada de un ángel) donde cuenta la vida de Caisse, la persecución que sufrió y la recuperación documentada de miles de pacientes; libro que también fue confiscado por las autoridades canadienses y retirado de circulación. Según el Dr. Glum explica en una extensa entrevista (disponible para quién esté interesado en profundizar el tema): «Todo se debe a que el cáncer representa el segundo negocio más productivo del mundo, después de la petroquímica. El dinero y el poder han acallado siempre la verdad. No hay interés real de curar el cáncer, sólo de controlarlo. Por eso han hecho desaparecer todos los archivos de Caisse en Canadá y del Dr. Brusch en Estados Unidos. Incluso hemos llevado el primer informe médico existente sobre una persona que sobrevivió a la leucemia linfoblastémica, ante agencias noticiosas como Associated Press y United Press International, que se negaron a difundirlo. Sistemáticamente la prensa se niega a difundir las evidencias de este preparado, argumentando las más variadas razones. Como tampoco se difunden estudios oficiales que han hallado más de 2.100 elementos químicos identificados en nuestra agua potable, de los cuales 156 son cancerígenos puros y 26 de ellos son generadores de tumores.

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Muchas universidades americanas como Harvard, Temple o Chicago han hecho estudios con el Essiac y han llegado a la misma conclusión que Renee, pero todos han sepultado la información. Pero los intereses no responden sólo al cáncer, sino también al Sida. He trabajado en el Proyecto Sida de Los Angeles, donde habían desahuciado a 179 pacientes y logré que me cedieran a 5 de ellos. Les retiré los tratamientos de AZT y DDI y les suministré Essiac tres veces al día. Son los únicos 5 que siguen vivos, recuperaron su peso normal, comen 3 veces al día y hacen ejercicio regularmente; los otros 174 fallecieron».

REPORTAJE: BIO-BAC: HISTORIA DE UN GRAN DESCUBRIMIENTO

Las actuales posibilidades terapéuticas del Bio-Bac exceden probablemente con mucho hasta las expectativas más optimistas de quien un día lo desarrollara. Y eso lo saben, sin lugar a dudas, muchas multinacionales. De ahí que algunas ofrecieran cantidades mareantes por quedarse con los derechos… sin éxito. Lo que, por otra parte, explica la feroz campaña de desprestigio -compra de muchas conciencias incluidas- orquestada contra este producto en las últimas semanas. Pues bien, no van a conseguir su propósito. Esta vez la sociedad va a ser ampliamente informada. Y la verdad terminará imponiéndose.

A principios de los años sesenta, un microbiólogo y farmacéutico cordobés llamado Fernando Chacón Mejías descubrió unas proteínas muy particulares en el suero de pacientes afectos de cáncer y enfermedades degenerativas crónicas abriendo lo que podríamos denominar «el tercer cajón de la Biología». Porque tal es la importancia para la humanidad de su descubrimiento.

Pasteur había abierto el primer cajón al descubrir que unos pequeños microorganismos, las bacterias, eran el origen de numerosas enfermedades cuyas causas entonces se creían sin relación entre sí como la peste, el cólera, la tuberculosis, la brucelosis, la neumonía, la bronquitis, la sífilis, la meningitis, la peritonitis, la otitis, etc.- lo que dio lugar gracias a Fleming -sesenta años más tarde- al desarrollo de los antibióticos.

Loefler y Frosch abrirían posteriormente el segundo cajón al descubrir que los virus eran los causantes de otras enfermedades que igualmente se creían sin relación entre sí como la rabia, la viruela, la hepatitis, la parálisis infantil, la glosopeda, el sida, el Ébola, etc. Aparecía gracias a ello la era de las vacunas, un avance tal que ha permitido incluso erradicar del planeta enfermedades como la viruela.

En suma, en menos de un siglo supimos que existían unos seres unicelulares -como las bacterias, los hongos, las levaduras, etc.- que poseían vida autónoma y capacidad de reproducirse y de infectar un organismo superior como el del hombre. Y poco después que existían también otros microorganismos, visibles sólo al microscopio electrónico, a caballo ya entre lo vivo y lo inerte, que sólo se reproducen en el interior de las células del huésped y que están formados por proteínas y ADN o ARN: los virus. Habíamos avanzado pues mucho… pero aún faltaba encontrar los agentes de otras muchas enfermedades que constituyen un auténtico azote para la humanidad.

En los últimos años se pensó que descifrando el genoma hallaríamos la solución a la mayor parte de ellas. La ingeniería genética se presentó, de hecho, como la gran esperanza científica sólo que de la secuenciación del genoma -tanto del ser humano como de la mosca del vinagre- lo que de verdad hemos aprendido es que la complejidad biológica no depende del número de genes sino que, muy probablemente, depende de las proteínas. Y que, en consecuencia, las nuevas dianas terapéuticas, los fármacos o las vacunas a desarrollar se basarán en ese conocimiento. «Los políticos -declaraba en ese sentido hace poco Stephen Hoffman, vicepresidente de Celera Genomics, la mayor empresa de biotecnología del mundo y que aceleró súbitamente la secuenciación del genoma- deberían apoyar la Genómica y la Proteómica porque se trata de ciencias nuevas que persiguen mejorar la salud humana».

Pues bien, en 1982 un científico norteamericano llamado Stanley Prusiner comunicaría al mundo que había descubierto unas proteínas con capacidad de automultiplicarse sin tener código genético a las que llamó priones. Un descubrimiento que rompía el dogma fundamental de la biología según el cual «la capacidad de multiplicarse de los seres vivos viene determinada por tener código genético». Obviamente, semejante afirmación estuvo a punto de costarle a Prusiner su carrera científica y recibió todo tipo de ácidas críticas por ello. Sin embargo, al descubrirse en 1997 que precisamente una proteína de ese tipo era la causante del «mal de las vacas locas»… lo que se le concedió fue el premio Nobel de Medicina. Ironías de la vida. Sólo que hay que agregar que él mismo reconocería en el 2001 que no sabía ni cómo se forma un prión, ni cómo se le puede combatir y que lo único que había hecho es definirlo.

CUANDO LO QUE SE DESCUBRE YA ESTABA DESCUBIERTO

Bueno, pues lo que poca gente sabe es que esa definición de prión aparece literalmente en la página 203 del libro «Pribios o enzimas vivientes» de D. Fernando Chacón, obra escrita ¡30 años antes!

Evidentemente, no es difícil entender que en el contexto científico de hace cuarenta años, cuando se desconocía por completo la existencia de este tipo de proteínas, tamaño descubrimiento no sólo no tuviera eco alguno sino que recibiera la burla y el habitual desprecio de los ignorantes prebostes científicos de turno que, como siempre, instalados en el beneficioso sillón de la ortodoxia, se dedican a fustigar con el látigo de su «verdad científica» a todos aquellos «acientíficos» que osan poner en entredicho sus asertos. La historia de la humanidad está repleta de esos fanáticos inquisidores que, ignorantes hasta de su propia soberbia, retrasaron el avance de generaciones y jalonaron su camino -impunemente- de víctimas inocentes.

Pero ahora, en los albores de la era de la Proteómica, cuando toda la investigación científica se centra con esfuerzo y pasión en el conocimiento de las proteínas, cuando todos los estudios apuntan a que es ahí donde puede estar la causa y futura solución de muchas enfermedades no se puede entender que se mire hacia otro lado. Ahora sí hay contexto científico para que podamos comprender la verdadera naturaleza del descubrimiento de Fernando Chacón. Porque hoy conocemos los pribios o priones -¡qué más da el nombre!-. ¡Y qué más da que mientras a Prusiner se le daba el Nobel en nuestro país se calumniara a Fernando Chacón! A fin de cuentas, este gran hombre de ciencia no se pasó cincuenta años detrás de un microscopio pendiente de sus calumniadores sino en profunda y genuina actitud de servicio a sus semejantes. Y una vida consagrada a la humanidad no se paga ni con cien «nóbeles» ni con cien condecoraciones. Se paga -y de sobra- con la satisfacción profunda del alma cuando has podido aliviar el dolor de tus hermanos. Él lo sabe y a mí me consta. Por eso tuvo fuerzas suficientes para encontrar, en la soledad de su humilde laboratorio -en el que hasta había instalado una cama para vigilar de cerca su trabajo-, no sólo los pribios sino ¡el mecanismo por el que se forman y, más aún, cómo se activan y cómo se pueden desactivar!

Cuarenta años de vigencia social del producto -10 de ellos recetado y pagado por la Seguridad Social- y más de 30.000 pacientes tratados deberían ser suficientes para reconocer la eficacia de su descubrimiento. Pero en este mundo cientificista en el que vivimos eso no parece ser suficiente. Y menos aún si quien ha hecho el descubrimiento no es una «multinacional de reconocido prestigio». Tampoco es suficiente que, por primera vez en España, cientos de pacientes se subleven públicamente ante la retirada por las autoridades sanitarias de un medicamento «ilegal». Porque es la primera vez en la historia de nuestro país que cientos de pacientes claman que se les vuelva a permitir adquirir un fármaco tanto ante los medios de comunicación social como ante el Ministerio de Sanidad y, además, presentan denuncias por «denegación de auxilio» ante los tribunales reclamando su derecho a seguir tomando lo que para ellos es sin duda la causa de su mejoría o, incluso, de su curación. Gente que no quiere saber de legalismos, que no necesita que el producto tenga un sello de la Agencia del Medicamento y que no atienden los sabios consejos de los sumos sacerdotes del cuidado de los demás. Ni siquiera les importa el escarnio de una sociedad desinformada y aborregada al abrigo de «los que saben». Claman por su derecho de elección de terapia. Claman por su derecho a ser los dueños de su propia salud. No tienen conocimientos científicos para defender ante los sabios su mejoría. No saben de ensayos clínicos. Dicen que ellos son su propio ensayo clínico. Dicen que para ellos su experiencia vale más que los protocolos enlatados de todos los médicos. ¡Insensatos! No se dan cuenta de que en un mundo donde está más aceptado morirse «oficialmente» que curarse «extraoficialmente» no tienen cabida. Sus ejemplos vivos no sirven, no son suficientes. Y es que, ¿qué sería de nosotros si tuvieran razón? ¡Qué caos tan grande si un ignorante paciente tuviera el derecho de cuidar de su salud sin la sabia tutela de los administradores! Menos mal que ellos, los administradores, están preparados para cuidar de nosotros, para que no nos engañen los estafadores, para cuidar de nuestra salud porque ésta es un derecho social y no una responsabilidad individual. ¡Qué barbaridad! Doctores tiene para eso la Iglesia Farmacéutica que un día decidió que sólo los ensayos clínicos controlados y valorados por ellos pueden dar validez terapéutica a una sustancia. Y que por eso exigen que se hagan en el caso del Bio-Bac… ignorantes también de que YA ESTÁN HECHOS.

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Sí, se hicieron, como manda la ley, ensayos preclínicos y clínicos efectuados por laboratorios y hospitales legalmente capacitados para su realización. Con los permisos gubernamentales preceptivos. Ensayos que demostraron su espectacular eficacia en osteoartritis (artrosis), sida, cáncer y hepatitis C. Ensayos en fase III clínica -realizados nada menos que en Bélgica y Alemania- terminados y autentificados por el Ministerio de Sanidad de ambos países. ¡Imposible!, responden sus interesados detractores. ¡Si eso fuera así todo el mundo lo sabría! Y bueno, eso sí necesita una pequeña explicación…

LA NECESARIA DISCRECIÓN

El FR-91 -nombre científico del Bio-Bac, descubierto por Fernando Chacón en 1962- es un compuesto de proteínas que tiene la capacidad de anular la actividad de otras proteínas patógenas -es decir, causantes de muchas de las actuales enfermedades de etiología hasta ahora desconocida- y que se comercializó en España como fórmula magistral desde 1967 hasta que en 1990 la nueva Ley del Medicamento decidió considerar toda fórmula magistral como fármaco requiriéndose a los fabricantes a que las registrasen como tales si querían seguir vendiéndolas.

Si alguien pensó que eso arredraría a D. Fernando Chacón se equivocó. Porque éste solicitó sin dudarlo y de forma consecutiva los ensayos preclínicos de actividad «in vitro», actividad «in vivo», ensayos de toxicología en diversos animales de experimentación, caracterización del producto (contenido proteico, repetitividad de la producción, caducidad, etc.) y todo lo necesario para poder pasar al primer ensayo clínico en humanos que se denomina Fase I y se realiza en voluntarios sanos para comprobar si produce algún efecto secundario en las personas.

Realizados todos los estudios con resultados espectaculares en cuanto a su actividad y a su total inocuidad en animales de experimentación -incluso a dosis 70 veces superiores a las recomendadas- se presentarían los mismos en el Ministerio de Sanidad avalados por Laboratorios Rovi como laboratorio técnico garante. Y es entonces cuando empieza el calvario. En sucesivos actos administrativos, incumpliendo flagrantemente la Ley de Procedimiento Administrativo española que obliga taxativamente a que todas las peticiones se realicen en un solo acto administrativo, se le empiezan a solicitar pruebas para, a medida que las aporta, pedir otras nuevas. Con el consiguiente gasto económico y de tiempo. No importó. Una tras otra fueron presentadas todas hasta conseguir el dossier de pruebas preclínicas más grande que jamás haya presentado en España un medicamento.

Conseguiría así la autorización de los hospitales Ramón y Cajal y Severo Ochoa para llevar a cabo la Fase I en humanos… pero, inexplicablemente, una semana más tarde se le deniegan por el Ministerio. Y vuelta a empezar. Que si ahora falta esto. Que si ahora que ya me lo has traído te falta esto otro. Y así sucesivamente hasta que, por último, Fernando García Alonso, entonces Subdirector General de Evaluación de Medicamentos, reconoce en una reunión -de la que hay referencia escrita- que la documentación administrativa es correcta ya pero que a él «le quedan dudas científicas sobre el producto». Algo inaudito. Porque, ¿desde cuándo un funcionario puede utilizar sus dudas personales, sin especificar, para rechazar los ensayos clínicos de un medicamento tras aceptar que la documentación presentada es correcta saltándose incluso a la torera las aceptaciones de los comités de ensayos clínicos de dos de los mejores hospitales de España? Y todo ello, además, para la realización de un ensayo clínico que evaluara posibles efectos secundarios en voluntarios sanos en un producto que llevaba ya treinta años en el mercado y nunca había tenido la más mínima denuncia por efectos secundarios. Increíble… pero cierto.

¿A alguien puede extrañarle que tras cuatro años de luchas estériles y una fortuna gastada en las pruebas, harto de tantas trabas y tras la confesión -verbal, por supuesto- de determinados cargos del Ministerio de que nunca conseguiría hacer los ensayos en España su hijo Rafael Chacón, que se hace cargo del asunto dada la avanzada edad del padre, decidiera realizarlos en el extranjero? Lo dudo.

Pues bien, la mala fe de los interlocutores de Chacón quedaría patente cuando sólo dos semanas después de presentar en Alemania y Bélgica la petición de realización de los mismos estudios denegados en España recibió el permiso para comenzar en ellos los ensayos de Fase I, ensayos que demostrarían la total inocuidad del producto por lo que se le concedería a continuación de inmediato la realización de ensayos Fase II en Osteoartritis en Bélgica y en SIDA en Alemania (y aclaro al lector no versado que la Fase II se realiza dando el producto a un grupo de enfermos escogidos que padecen la enfermedad -a un nivel similar de progresión- para la que se supone efectivo el medicamento). Pues bien, los resultados fueron tan espectaculares que a Chacón se le sugirió que efectuara también ensayos Fase II en otras enfermedades, decidiéndose éste a hacerlo nada menos que en cáncer y hepatitis C. Lo que finalmente se hizo obteniéndose los mismos resultados.

Se le concedería entonces hacer la Fase III en SIDA y en Osteoartritis o Artrosis (se llama así a la fase que se realiza sobre un grupo mayor de pacientes y en diferentes estadios de la enfermedad). ¿Y con qué resultado? Pues con un éxito total. Se demostró que el FR-91 (Bio-Bac) es condroprotector, disminuye el dolor y la inflamación y aumenta la movilidad de la articulación de una manera notable en la osteoartritis. Asimismo se constató que es inmunomodulador e inmunoestimulante aumentando notablemente el número de linfocitos CD4 y CD8 y disminuyendo la carga viral en pacientes afectos de SIDA. Y por si todo esto fuera poco, quedó claro también al darse a mujeres con cáncer de mama que es antitumoral, antimetastásico y citotóxico selectivo (es decir, sólo ataca a la célula tumoral sin afectar a la sana). No conozco un sólo fármaco en el mundo con tantas propiedades terapéuticas.

Cabe añadir que la Fase III es el último requisito que se le puede pedir a un producto para ser registrado como medicamento. Y el FR-91 o Bio-Bac tiene nada menos que dos fases III terminadas y certificadas en dos enfermedades del calibre de la Artrosis y el SIDA. Y demostrada su eficacia en cáncer y hepatitis C en fase II, habiéndose retrasado el inicio de la fase III por problemas económicos.

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Se comprende que sea increíble. Se comprende que nadie pueda imaginar que un hombre solo, Rafael Chacón, haya conseguido llevar a término una obra tan impresionante, reservada en exclusiva a las grandes multinacionales.

Una vez le pregunté por qué nunca había publicado los ensayos. Y su respuesta fue esta: «Sólo una de cada cinco mil sustancias que demuestran su eficacia «in vitro» -es decir, en probetas – consigue demostrar su eficacia en fase III y lograr el registro como medicamento. Las grandes multinacionales publican los resultados positivos que van obteniendo en cada fase porque sus acciones se revalorizan de inmediato. Yo no soy una multinacional y no tengo acciones que revalorizar. En cambio, si alguna de las grandes empresas se enteraba de mis éxitos corría el riesgo de que presionaran a los hospitales y no me dejaran ya seguir haciendo más ensayos. No imaginas el dinero que pueden perder si sale un producto que les haga competencia. Esa ha sido la razón de mi silencio».

Reportaje para la revista DSalud. Del Doctor Fermín Moriano.

CONCLUSIÓN FINAL

LA ALIMENTACIÓN EN EL PASADO Y EN LA POSMODERNIDAD

Dado que la sociedad ha sufrido muchos cambios, con respecto a los valores del ser humano, la influencia de los cambios en la cultura  por la globalización hay que tenerla en cuenta también en su afectación en la alimentación.

Los chimpancés, nuestros más cercanos parientes, se alimentan con hojas, frutas y algo de carne, cuando viven en libertad. Los productos de origen animal no superan el 20% de la ración diaria; el resto son vegetales.

La antropología nos muestra que con el desarrollo de la cerámica, útil para guardar líquidos, lo que era mascar para sacar el jugo y escupir el hollejo, se transforma en cocinar con agua para obtener el caldo. Estos sirven para alimentar a quienes estaban enfermos o no tenían buena dentadura. Así nacen juntas la receta médica y la cocina; la sopa y el té siguen siendo hoy placer y remedios populares. Para aquellos que estaban inventando el idioma, la fertilidad de la tierra y su capacidad nutritiva se asociaron con la mujer, y fue ella la encargada, en general, del cultivo y la preparación de las comidas. Por ello la palabra latina «leche» tiene dos acepciones principales: líquido blanco que se exprime de semillas o plantas, o secreción mamaria de las hembras de los mamíferos. La lechuga debe su nombre al hecho de que resuma leche cuando se la corta fresca. El ideograma chino primitivo que significa leche se representaba con la imagen de «mujer» y la de sus «pechos» y de esta deriva los actuales ideogramas de la leche de soja y de la leche humana. Aunque fue mal considerada en otros aspectos sociales, la mujer tenía el rol de ser la proveedora del alimento (la madre tierra). Cuidaba a los niños, preparaba la comida y labraba la tierra.

Al dedicar tanto cultivo vegetal para crianza de animales pudimos cambiar él «contigo, pan y cebolla» por el café con leche y azúcar, con jamón y queso.

En la dieta moderna de las sociedades desarrolladas, las grasas (animales) y el azúcar llegan a ocupar la mitad de la ración. Se cambió el guiso de trigo y lentejas con patitas de cerdo y panceta, por el bistec con guarnición con vegetales, o la hamburguesa con bebida dulce. Para fabricar dos quilos de pollo o carne de cerdo son necesarios unos diez kilos de maíz, o cinco kilos de alimentos balanceados (concentrados del cereal). Con los dos quilos de carne se come un día en una casa de cuatro personas. Con los diez quilos de maíz se prepara polenta durante veinte días. Hoy estamos manteniendo una res y dos aves de corral por cada ser humano. Darles nuestro alimento a los animales domésticos es un derroche de la capacidad productiva de nuestro planeta. Somos los dueños de un equilibrio precario. Antiguamente la sal era tan valiosa como el salario.

Antes los campesinos cazaban alguna ave, o engordaban un cerdo con las sobras durante un año. Mientras tanto bebían agua con las manos, de un cántaro o de un arroyo. Mataban el hambre comiendo un solo plato de sopa, pan o un cereal cocinado. Se sentaban en el suelo, en ronda, con el cazo en la izquierda y los tres dedos de la derecha para llevar a la boca (a lo sumo con cuchara o palitos, según donde fuera). Esto se ha transformado en la vida burguesa en comer con mesa y silla, con copas y bebidas, con diferentes cubiertos, varios platos sucesivos (primero, segundo y postre). Las porciones de carnes diversas con salsa y guarnición, dejando sólo al pan blanco representando al cereal, e invertimos la proporción original de nutrientes.

La diabetes se describe por primera vez en un rey Inglés, Carlos II, comerciante de azúcar.  No había sido encontrada entre los griegos ni los romanos, a pesar de que tenían médicos excelentes. Hoy representa no menos del 6% de la población de países desarrollados y llega a una incidencia del 80% entre los indígenas primitivos que comen nuestra dieta moderna. El consumo de azúcar pasó de ser nulo, a unos 40 kilos por persona/ año, casi el equivalente a 1 kilo por persona/ semana.

La vida ciudadana actual trajo más cambios. Las personas no nacen ni mueren en su casa. Tampoco se come en familia. La comida es de alta densidad energética basada en animales, azúcares y harinas refinadas (queso, yogur, leche, hamburguesas, huevos, pollos, helados, golosinas y productos de confitería). El consumo de sal es 10 veces mayor que el de nuestros antepasados. Entre antibióticos, solventes orgánicos y plásticos, la comida nos llega con más de 200 aditivos químicos permitidos en el Código Alimentario. Los trabajos de investigación previos a la aprobación de un conservante o aditivo, se hacen en el mejor de los casos, de a uno por vez. La dieta moderna es un experimento a gran escala que demuestra el efecto conjunto de todos los químicos ingeridos a diario. La actual cadena de frío de los congelados evita este problema. En la actualidad, la obesidad, los problemas cardiovasculares, la caries, la diabetes, etc., son consecuencia del uso extremo de comidas de alta densidad energética.

La adicción al azúcar está empezando a ser reconocida. La sobrealimentación con dulces, harinas refinadas y animales puede traer carencias de vitaminas y minerales necesarios para las funciones regenerativas del cuerpo.

Los contaminantes químicos disminuyen la capacidad del sistema de defensas y aumentan los procesos de envejecimiento celular. Problemas tan diversos como la falta de educación, la pérdida de una pareja estable, o la disminución progresiva del número de glóbulos blancos en los análisis de sangre de rutina, se asocian a una mayor frecuencia de enfermedades virales. Estas consecuencias a causa de la adicción al azúcar están presentes en el alcoholismo, en la depresión, en la anorexia y en la obesidad.

La investigación científica ya ha relacionado los síntomas depresivos con el consumo de azúcar, sin poder aclarar qué es primero, el huevo o la gallina. Esta perspectiva histórica puede aclarar el dilema. El alcoholismo no figuraba en los textos médicos hasta mediados de este siglo, y hoy, hay un adicto al alcohol por cada cinco o seis personas.

El tratamiento médico para la obesidad  la incluye entre las enfermedades mentales, pero no hay duda que también depende de una mala distribución de la riqueza en el mundo. Hace pocos años el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, y las escuelas modernas de Nutrición, proponen la pirámide de alimentos para sugerir una dieta equilibrada. En ella se toma como base el consumo de cereales y sus harinas, luego las verduras y las frutas y en tercer lugar están las proteínas de alto valor (lácteos, pescados, carnes, legumbres y semillas), reservándose la punta de la pirámide para la sal, el azúcar y el aceite. ¿Es esta la misma dieta armónica que trato de tener siempre el ser humano?

BIBLIOGRAFÍA

  • Textos del Curso de Naturopatía de la Asociación Nacional de Especialistas en Nuevas Profesiones.
  • Manual de Anatomía y Fisiología de Evelin Pearce
  • La Enfermedad como Camino de Thorwald Dethlefsen y Rüdiger Dahlke
  • La Medicina Natural al Alcance de Todos de  Manuel Lezaeta
  • Los grupos sanguíneos y la Alimentación de Peter D´Adamo y Catherine Whitney.
  • Cáncer de José Antonio Campoy y Antonio Muro.
  • Artículos de la revista DSalud.
  • Artículos de la web en plenitud.com
  • Enciclopedia de la Salud del  Doctor Ferrandiz